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Nunca pensé conocerme a través de mis sueños de hacer ciencia

Por: Rosario Nuñez Valderrama.



Rosario junto a su hija


Ingresé a Cayetano (Universidad Peruana Cayetano Heredia - UPCH) por factor excelencia, nunca supe lo duro que era competir junto a otros jóvenes por una vacante. Los años en Cayetano me hicieron soñar con cosas grandes; mi sueño, la NASA. Un día en una charla de Proteómica conocí a la Dra. Victoria Pando, ella me abrió las puertas de su laboratorio y de su casa; con ella y la asesoría de la Dra. Cristina Guerra realicé mi tesis de licenciatura. ¿Dónde?, en México, en la Unidad de Proteómica del Centro de Investigaciones en Enfermedades infecciosas del INSP. Tras la titulación en Cayetano y después de conversarlo con mis padres y hermano (los cimientos de mi vida), y de algunos trámites y comunicaciones con Victoria y Cristina, volví a tomar mis maletas y regresé a México, un país que poco a poco me abría sus puertas. Esta vez en el DF, una ciudad enorme donde tuve que afrontar la realidad de miles y miles de jóvenes luchando por acceder a una beca y una vacante para un posgrado, me inscribí en la PRE-de la UNAM, llegó el día del examen, al lado mío, ella, mi madre, y en mi mente todo el sacrificio de mis padres y el propio, el estar lejos de casa y vivir en una ciudad llena de nuevos desafíos. Mami y yo esperamos los resultados… no había ingresado.


​Volví a Perú y a pesar de muchas otras opciones… algo en mí se repetía: “Inténtalo otra vez”… Busqué, vi varias opciones…siempre contando con el apoyo de mis padres. Decidí hacer nuevamente esas maletas y llevar conmigo ese deseo intacto… Hacer un posgrado…


Esta vez me topé con otra realidad, era más fácil acceder a una beca, cuando el promedio alcanzado en la licenciatura alcanzaba un 8.5 en escala de evaluación mexicana; no era mi caso. Nunca estuve en ese grupo selecto calificaciones de 17 o 18 de Cayetano, siempre fui una universitaria promedio… pero, seguí intentado.


​Un día una doctora de mi confianza me dijo en palabras algo ligeras: “Rosario, quizás tú no eres para un posgrado… busca un trabajo en Perú y sal adelante”. Ese fue un nuevo comienzo para mi, ese día mientras caminaba a ese cuarto donde ahora vivía sola, donde ya no compartía conversaciones con colegas; en ese pequeño cuarto: me repetí varias veces:

"Lo voy a hacer, voy a hacer un posgrado becada, lo lograré."

Esas palabras sostenían todo lo que había recibido de mi familia, de mis padres. Esta vez no volvería con mi maleta llena de los mismos sueños por realizar… esta vez volvería con esa maleta llena de sueños realizados.


Entonces toqué más de una puerta de laboratorios de los que alguna vez leí un artículo publicado. Fue así como, gracias nuevamente a Victoria Pando, llegué a contactarme con la Dra. Vera Petricevich, ella confió en mí. Vera, es una científica brasileña que un día decidió realizar todos sus sueños en otro país, coincidentemente México. Nos presentamos y me invitó a entrar nuevamente a un grupo de preparación para chicos que como yo, soñaban con hacer un posgrado becados. Esta vez la preparación comprendía, de mi parte, horas y horas de estudio, de lectura, de amanecidas constantes; finalmente este esfuerzo, rindió frutos.


Un miércoles, recuerdo, llegué a al cuarto que alquilaba, abrí mi laptop y ahí estaba esa lista… eran 10 los aceptados, ahí estaba mi nombre, lo leí tres veces antes de pegar un salto y llorar de felicidad… llamé a Perú, a casa y mi felicidad compartida con mis padres con mi hermano era un momento incomparable, había ingresado.

Pero, Como las cosas en esta vida, siempre nos deparan nuevos retos y desafíos, debo mencionar que a la par de mi vida profesional, en mi vida personal, había conocido a alguien, Mario, un chico mexicano. Después de un par de años de relación, un miércoles, exactamente, una semana después de darles la noticia a mi familia que había ingresado al posgrado. Recibí otra noticia que si cambiaría mi vida para siempre ¡Sería mamá! Lloré, tuve miedo, dudas, pensaba en mis padres, en mis sueños, todo lo que se venía…. ¿Cómo haría la maestría con un bebé dentro de mí?... ¿Y mis sueños profesionales? ¿Y el sacrificio de mis padres?.... Lloré, lloré mucho, en ese mismo cuarto, donde una semana antes, había saltado de alegría… En ese momento solo recurrí a una amiga, Mechita, supo contenerme y calmar todo lo que a mi mente venía. Gracias a Dios… Mario, también estuvo ahí recordándome que un bebé no debía significar mi sueño truncado.

Ahí estaba yo, mis sueños, mis planes y mi nueva bendición en mi vientre.

Para mis padres fue difícil, en eso entonces mi mejor amigo de toda la vida, mi hermano, los ayudó a creer que si iba poder, que si iba hacer eso que les repetí con Mario a mi lado: “No voy a volver a casa sin lograr esto por lo que tanto luchamos”. Sabía que sería difícil pero estaba dispuesta a lograrlo, contaba con ellos, con Mario, pero sobretodo con mi más hermosa motivación creciendo dentro de mí.


​Empezaron las clases, empezó la maestría y nadie notaba mi embarazo; mi pequeñita nunca me trajo algún malestar o alguna complicación, pasó el primer semestre, mis primeros meses de embarazo y mi promedio alcanzado fue 9.5 ¡casi un 10! Pasaron unos meses más y mi jefa, que se convirtió en amiga y cómplice solicitó un permiso especial, yo vendría a Perú a tener a mi hijita en casa, todo salió bien, era la felicidad de toda la familia. Con mi pequeñita en brazos, siempre con el acompañamiento de mi mami y el de Mario, volvimos a México a seguir la maestría y terminarla, ahora con una pequeñita a cargo.


Lamentablemente, la noticia de mi embarazo llegó a oídos del director de la Maestría, quien no era muy amigo de mi jefa. Las cosas comenzaron a complicarse. Me quitarían la beca y hasta me sacarían del posgrado. Fue muy difícil, recuero entrar en un salón, y enfrentar a una mesa de 10 maestros del posgrado, quien decidirían mi permanencia. Éramos Vera y yo defendiendo mi lugar en la maestría. Recuerdo que al salir de esa sala, llegamos al laboratorio; y ella, mi jefa y yo entre lágrimas no podíamos creer lo que estaba pasando.


​Gracias a Dios nuestros argumentos y el sacrificio hecho, necesariamente reflejado en mi promedio de 9.5 y 10, dieron un resultado positivo. Seguiría como alumna becada en un posgrado por el que realmente había luchado. Pasaron los siguientes semestres y fui de los primeros en obtener el título de la maestría. El día de mi titulación, mientras recibía esos aplausos finales, con mis padres, mi esposo y mi mayor bendición en frente, entendí, que uno puede ser y hacer lo que realmente desea en la vida. Entendí, que no somos producto de nuestros sueños alcanzados, sino de todo lo que hacemos por realizarlos.

Gracias momi, popi y hermano por ser mi mayor fortaleza, gracias Mario por entrar en mi vida y gracias Mariajosé por llegar en el momento más indicado.




Titulación de Rosario

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